La libertad de expresión es el derecho estructural de la democracia y de la civilización.
Desde que nace, el ser humano necesita expresarse. Para llegar a acuerdos, para pactar un sistema político, para el desarrollo de la ciencia. Para todo.
A lo largo del tiempo, se han dado diversos argumentos para fundamentarlo. Desde el desarrollo de la ciencia y la búsqueda de la verdad, al derecho a desarrollar una vida libre, a la propiedad y el libre mercado de las ideas, hasta la dignidad propia de la naturaleza social y dependiente de toda persona.
Sin el derecho a pensar y opinar sin miedo, y estar informados sobre los asuntos de interés público, hasta el más precario proyecto democrático sería una fantasía.
Los textos jurídicos de todo el mundo incorporan este derecho, pero apenas lo desarrollan, sin advertir al intérprete que hasta el más mínimo matiz sobre los fundamentos y objetivos que le atribuyamos determinarán contenidos y restricciones muy diferentes.
He ahí la importancia de este trabajo: las consecuencias de adherir con más o menos énfasis a un fundamento u otro nos conducirán a modelos regulatorios completamente diversos....