Vocablo infaltable en todas las corrientes políticas occidentales, el republicanismo ha tendido a convertirse, en los últimos tiempos, es una suerte de significante vacío al que se apela sin más como sinónimo de justicia, de balance de poderes o de plena institucionalidad. En un libro que recupera el fundamental legado de Cicerón, Juan Acerbi presenta una serie de aspectos que se sumergen en las oscuras aguas de la tradición republicana para aclarar conceptos y aristas que, aún desde su latencia, determinan muy de cerca el derrotero de las prácticas gubernamentales contemporáneas. Signado por el análisis de la performatividad del discurso político, de los usos de las justificaciones religiosas y de la íntima ligazón entre símbolos, formas de participación ciudadana, temporalidades y otros recursos para la conservación y ampliación del poder, este volumen recorre los meandros de la metapolítica para dejar al desnudo el cuerpo vivo del yo que sostiene a la república. Allí, el estudio sobre virtud del líder político, comprendido como un ser diferente del resto, demuestra que hace falta todavía sospechar de los vínculos entre un republicanismo cargado de razón pública y el capitalismo, que pretende que determinadas formas vacuas, exánimes, ocupen el lugar de los pensantes. A contrapelo de la desquiciada celebración de la inmediatez que se observa en nuestros días, Acerbi retoma un aspecto cardinal para cualquier pensamiento que pretenda ser político: la distinción entre lo necesario y lo contingente y la ubicación de toda acción política en el segundo de esos polos. De ese modo, apela a la palabra como forma fundamental de lo humano y logra ver, bajo un mismo cristal, eventos pasados, presentes y futuros que desenmascaran cualquier ilusión de una vida autoevidente.