Como objeto de análisis histórico, el Frente Popular presenta varias dificultades de partida, que tienen que ver con su carácter polisémico, su difícil encaje en la periodización convencional de la crisis española de los años treinta y, en íntima relación con lo anterior, su transformación temprana en manzana de la discordia de los debates ideológicos sobre la guerra civil.
Desde su misma aparición, el término «Frente Popular» se prestó a equívoco: aunque las primeras propuestas aliancistas, limitadas a las organizaciones obreras, surgieron a inicios de 1933 del seno del comunismo heterodoxo del BOC, y la propuesta de coalición electoral partió en 1935 del entorno republicano burgués, el Frente Popular se ha venido contemplado como la manifestación característica de la estrategia antifascista adoptada por la Komintern desde su VII Congreso celebrado en el verano de 1935. La denominación, que surgió en el entorno del PCF en octubre de 1934, fue objeto de interpretaciones encontradas y polémicas. Como slogan y símbolo de unidad antifascista, quedó vinculado en España al triunfo electoral de febrero de 1936, y fue el signo de identidad del «pueblo trabajador» debidamente encuadrado por los partidos y las organizaciones de izquierda. Por lo tanto, el «Frente Popular» designó a la vez una estrategia partidista, una coalición electoral, un programa político, un proceso electoral o una experiencia de gobierno e incluso pretende englobar una etapa histórica: la que abarca de febrero a julio de 1936, e incluso más allá en la zona que quedó bajo control gubernamental durante la guerra civil. Nunca fue, en todo caso, una realidad política orgánica, sino un proyecto de unidad antifascista marcado por la ambigüedad programática y la provisionalidad de sus objetivos. Al igual que en Francia, el concepto es en España una denominación abusiva que no puede caracterizar al completo una etapa tan compleja y conflictiva como la que vivieron ambos países entre 1936 y 1939.